jueves, 24 de julio de 2008

EL EGEO (18)

24/07/2008 11:46 h.
Amigos y amigas y demás personal que sigue el blog por los cinco continentes,
llegamos a Andros en las islas Cícladas sobre las 4,30 h. con un viento de 30 nm., al recoger la mayor con el viento nos hizo un pliegue y luego ni entraba ni salía, llegamos al puerto y el vigilante nos ofreció un espacio de difícil atraque, ya que como siempre, hay que largar el ancla por la proa y dar atrás, con el fuerte viento lateral, algo de mayor fuera y sin hélice de proa, lo intenté tres veces y por miedo a dar un golpe a uno de los barcos desistí en la maniobra y echamos el ancla, hasta tener el barco en condiciones (mayor dentro y hélice de proa en funcionamiento).
Os enviamos el blog de los días 22 y 23

Besos y abrazos

El Capi y la abundante y ya curtida tripulación.


SINGLADURA 22
Amanecemos en una cala cerca de Lamia, ya que no había sitio en el puerto cuando llegamos.
Lamia, a 10 kilómetros de Skyros, fue en su día el puerto que abastecía la isla, pero la reciente construcción de otro puerto mas cercano a la capital, en la otra cara de la isla, a mermado su tráfico, aunque sigue llegando un ferry diario.
Es un pueblo pequeño y pesquero, y a pesar de eso tiene cuatro supermercados, media docena de restaurantes, hoteles y discotecas.
Hacemos la compra en uno de estos supermercados regentado por un indio, con el que Javier se entiende principalmente por señas.
Mientras, los demás llevan a cabo labores de mantenimiento en el barco.
La meridiana la tomamos en el chiringuito de la playa donde estamos fondeados, que parece sacado de una postal, y consiste en cervezas y unos riquísimos calamares.
Después de comer ( barbacoa ) Conchi y Ana se acercan en taxi a la ciudad de Skyros, de la que vuelven hablando maravillas: dicen que es el pueblo mas bonito y típico de los que hemos visitado. Los demás nos conformamos con verlo en fotos, ya que nos hemos quedado en el barco echando la partida.
Como queda libre un sitio en el puerto, desplazamos el barco y atracamos: los habitantes allí presentes observan anonadados como el Patrón encaja ( literalmente ) el barco entre otros dos.
Se empieza a sentir el cansancio de la noche anterior navegando, así que tomamos unas tapas en uno de los bares y nos retiramos pronto.

SINGLADURA 23
Hay una avería en el agua y nos dicen que tardarán unas dos horas en arreglarla.
El 2º intenta camelarse al de manteniendo y funciona: lo rebaja a diez minutos. ( Aviso a futuros visitantes, el tiempo en Grecia no transcurre a la misma velocidad que en España )
En uno de sus salidas de reconocimiento, Javier emprende una arriesgada misión de rescate: hay 5 botellas de Cinzano de 40 años en lo mas alto y alejado de una estantería de un supermercado, que necesitan ser liberadas.
Tras una cháchara en una mezcolanza de idiomas, el dueño del super resulta se también marino mercante retirado, metido ahora a pescador y tendero.
Nos deja las botellas a seis euros la unidad, encantado de librarse de ellas. Y a nosotros nos alegra la meridiana.
Con la avería sólo reparada a medias, el de mantenimiento nos da el agua y llenamos los tanques; mención merece aquí: interrumpimos su trabajo durante todo el llenado ( tardamos bastante ) y no quiso aceptar la propina que le dábamos.
Abandonamos este agradable pueblo y nos dirigimos hacia una cala al sur de la isla, que como viene siendo costumbre, tenemos para nosotros solos.
El jefe de cocina ha comprado unos calamares repitiendo el arroz a banda con el agua de erizos y los cefalópodos; también repite el veredicto, buenísimo.
Sobre las cinco de la tarde levamos anclas, pues nos espera una travesía de sesenta millas rumbo a las Islas Cícladas.
El caprichoso viento del Egeo, sopla poco y sopla por la proa, y nos impone navegar a motor toda la tarde.
Cenamos pronto, se reparten las guardias, y nos acostamos.
Eolo decide entonces mandarnos un buen viento por popa, que nos lleva a seis-siete nudos hacia Andros, llegando antes de lo previsto. ( 04:30 am )
El fuerte viento y una avería en la hélice de proa impide atracar en el puerto por lo que dormimos fondeados.

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