viernes, 30 de mayo de 2008

SEGUNDA ETAPA. (3) Menorca-Ostia

Día 26.- Stintino – Bonifacio. Después de desayunar salimos del puerto de Stintino rumbo a Bonifacio; las condiciones meteorológicas parece que han mejorado y la previsión del tiempo nos va a favorecer, viento del SW. Subimos la mayor y vemos que el tiempo no ha mejorado tanto como nosotros creíamos, y la previsión del viento no se cumple, tenemos mar y viento, fuerza 6-7, de proa, por lo que se decide adentrarnos en el golfo de Asinara y buscar refugio en Castelsardo en lugar de a Bonifacio, el puerto de Castelsardo es de gran abrigo, esta rodeado de montañas altas y cercanas, la entrada por el mar es de las que yo llamo de contradique, puerto seguro y tranquilo, llegamos a las tres del mediodía, amarramos al pantalán y comemos.La zona del puerto es la parte nueva, bueno es un decir, con restaurantes y cafeterías al nivel del mar con una playa pequeña en la que como único lugar para tomarse un refresco existe un chiringuito con cuatro mesas sobre una tarima de madera, en la que al sentarte , te da la sensación de que te vas a caer.En la parte alta de Castelsardo dentro del recinto amurallado, al que se puede acceder cogiendo un minibús desde el puerto y en el que te puedes subir y bajar donde tú quieras con solo levantar la mano, se conserva un pueblecito Medieval con innumerables callejuelas estrechas y llenas de encanto en las que vas saludando a los lugareños siendo correspondido por ellos con su característico acento cantarín. El Castillo de Castelsardo es una fortaleza inexpugnable, construido por la familia Genovesa, los Doria, en 1102. En 1448 Castelsardo fue conquistada por la Corona de Aragón, pasando a llamarse Ciudad Regia, Carlos V remodelo el Castillo y lo amplio con una Torre por su situación estratégica del paso entre Córcega y Cerdeña,. Hoy esa zona es un museo de artesanía local de cestería, y terrazas con unas vistas al mar impresionantes. La Iglesia también muy bonita y con una torre que vista desde el mar posee un encanto especial. ( Véase Foto ) Cena en el barco: Tortilla de patata, queso de Cerdeña, chorizo y pimientos del Bierzo, y a dormir.



Día 27.- Rumbo a Bonifacio. Salimos de Castelsardo sobre las 11 de la mañana con una previsión de la “Meteo “ de vientos del S.E. con fuerza de cinco a siete y amainando a fuerza cuatro por la tarde. Nuestra intención era navegar protegidos por la costa de Cerdeña para que cuando amainase por la tarde pasar el estrecho de Bonifacio con los vientos de fuerza cuatro que nos había anunciado la dichosa “Meteo”. El “segundo”, dijo que nos iba obsequiar con un estupendo lacón con repollo, (porque aquí no hay “grelos” ), dijo como excusa. Otra vez no se cumplen las previsiones. La protección que nos iba a dar tierra no era tal, el viento que empezó siendo del S.E. fue rolando primero al E, para luego terminar siendo del N.E antes de llegar al estrecho de Bonifacio. Para el viento de fuerza, cinco a siete, estibamos bien todo el barco para que no cayese nada y no se rompiesen, vasos, platos, botellas, cámaras de fotos, teléfonos, ordenadores, etc. etc., Los 30 nudos de viento en la salida eran erráticos, lo mismo entraban por babor que por estribor, o de proa, pasando de empujarnos con toda su fuerza, que nos obligaba a rizar mayor y génova, como a disminuir su intensidad a diez nudos por lo que sacábamos toda la vela, volvía a aumentar el viento, otra vez a rizar, así una y otra vez. Al mediodía, que en teoría, iba a amainar, no solo no lo hizo sino que al contrario aumento hasta fuerza ocho mantenida, y picos de nueve. Fue cuando el viento se entabló del E. La mayor era un pañuelo y el génova los dos rizos puestos. Nunca había visto al Odysseas así, ni tampoco tanto mar, las olas barrían la cubierta subiendo por encima de la toldilla lo que hacia que nos empapásemos, y cuando la ola venia por el costado rompía contra él y me recordaba las imágenes que se ven en las tiendas de decoración, rompiendo la ola majestuosa contra un Faro y en este caso el faro éramos nosotros y no era una ola, sino una detrás de otra. Esto sucedía cuando estábamos a la altura del estrecho de Bonifacio. Habíamos perdido la pequeña protección que teníamos de la Bahía de Asinara y aún Córcega no nos daba cobijo. (A todo esto eran las cinco de la tarde y seguíamos sin comer), era lo de menos; lo que queríamos era llegar a puerto para secarnos y ponernos ropa seca, cosa que ya habíamos realizado más de una vez. Aún faltaban tres horas.El navegante, Miguel Ángel nos animaba mirando el radar, nos decía que quedaba poco para coger el ansiado resguardo de Córcega, Córcega parecía que navegaba delante de nosotros, de todas formas es de agradecer el ánimo que nos daba. Un poco antes de las ocho de la tarde estábamos entrando en la Bahía de Bonifacio, mojados y desfallecidos, pero contentos, el mar parecía otro y el viento como si se hubiese ido a otra parte. Amarramos entre un montón de barcos de charter ocupados por croatas, de bandera Italiana. Después de ponernos ropa seca, empezamos a pensar en comer el lacón prometido, eran las ocho y media, fue comida-merienda-cena adaptados al horario europeo. Ya estamos en Francia. P.D. Todos los datos de esta travesía están avalados por la información meteorológica a posteriori, y las fotografías del temporal.



Día 28.- Bonifacio. Después de las vicisitudes de ayer y con las previsiones meteorológicas en contra para cruzar el estrecho de Bonifacio,nos quedamos en puerto y nos dedicamos a poner en su sitio todo lo que el día anterior andaba por los suelos. Hicimos mantenimiento y reparación de los deterioros causados por el temporal, winche, luz de navegación, sellados de escotillas y portillos, etc… Nuestro querido cocinero, Javi, cansado de cocinar para esta banda, aprovechó los restos del día anterior y consiguió una fina fidegua francesa que sabía a repollo, de segundo nos compensó con un riquísimo pollo al horno cuyo mayor trabajo fue comprarlo en el “super”, pues sólo sabían francés, y ya os podéis imaginar al “cocinas” y a mí haciendo el kikiriki acompañado de “pajaritos a volar…” todo esto para que no nos vendiesen pato u oca por pollo, que era lo que queríamos. Miguel Ángel, el táctico, por la noche nos invitó a cenar en un típico restaurante del puerto de Bonifacio. Creo que fue en compensación por las piadosas mentiras que nos dijo para animarnos y que no nos tirásemos del barco en pleno temporal. Cosa que es de agradecer. En este día de “descanso” y después de compartir seis días con la nueva tripulación embarcada en Mahón, creo que es de justicia hacerle los honores de rigor y comentaros como va la cosa.Son unos Santos, bueno unos más que otros: Miguel Ángel, hermano del patrón es el táctico, desde que él cumple esa función, la cosa parece que mejora y nos da mas información a la marinería, duerme en el camarote de proa-babor con Manu su hijo. Javier, es el hermano pequeño del patrón un poco tímido pero muy educado, se toma muy en serio la medicación que le doy, pues cree que yo sé más de lo que sé, pero, como fácilmente se puede entender, no es culpa mía. Duerme en el camarote de popa -babor, conmigo. Da muy buen dormir pero pusimos la tabla. Julián, es yerno de Javier, ya os hablé de él, pues fue el que enseñó a entender el “Windows Vista” al “segundo”. Buen carácter y ánimo de participación en todas las tareas de a bordo, bien sean de marinería como de cocina. Duerme en el camarote de popa- estribor, le hace compañía al “segundo”, se llevan bien. Manu, el más joven del barco, es observador y objetivo a la hora de hacer alguna puntualización, ayuda en todo sin mandárselo y disfruta de las anécdotas ( batallas ) de los veteranos, participativo y si fuese con él de compras no tendría que hacer el ridículo como el de kikiriki, pues sabe idiomas, pero madruga poco. Creo que los voy a extrañar cuando desenbarquen en Roma.